Este blog nace a partir del libro La riuada de Franco con la intención de divulgar nuevos datos sobre las inundaciones del Vallés de 1962. Coincidiendo con el 50 aniversario de aquella catástrofe colectiva, el libro, escrito por Ferran Sales i Aige y Lluís Sales i Favà, destapa las pugnas políticas, la propaganda y la corrupción que desataron aquellas riadas.


19 nov 2012

El monje que desbancó a Franco


El 6 de octubre de 1962, cuando por orden gubernativa habían empezado ya a apagarse los ecos de la riada, el semanario Destino dedicó doce páginas a hablar de la tragedia. La portada, de acuerdo con las consignas, debía estar reservada al Caudillo, que dos días antes de que se cerrase la edición, había protagonizado un viaje relámpago por la zona afectada; en poco menos de siete horas había visitado ocho poblaciones del Valles y el Barcelonés, escuchado no menos de una decena de parlamentos, pronunciado tres discursos y llorado al menos en dos ocasiones.

Portada del semanario Destino
 del 6 de octubre de 1962
En la foto escogida para la portada del semanario, la misma que ilustra el libro La riuada de Franco, se veía al dictador con los ojos humedecidos escuchando el relato de una de las afectadas, Asunción Cantero Cuenca, que llevaba en brazos a su hija Manolita, la superviviente de una riada en la que había perdido a su marido y a su otro hijo. La foto había sido tomada por uno de los hermanos Pérez de Rozas, colaboradores habituales de la publicación, en el barrio de Las Arenas de Terrassa.

Cuando el fotolito de la portada, con la fotografía del Caudillo, estaba ya preparado y dispuesto a bajarlo a la imprenta, apareció inesperadamente por la redacción de Destino de la calle Tallers, a espaldas de La Vanguardia, un muchacho que decía tener fotos en exclusiva de la riada.

Josep Verges i Mata, editor y factótum de la publicación, lo atendió para descubrir entre las fotos que el muchacho había dejado encima de su mesa una que,  por su calidad y por lo que en ella se recogía,  le llamó poderosamente la atención; la de un sacerdote, un monje de Montserrat por más señas, celebrando la misa sobre un lecho de escombros, en la riera de Papiol.

El editor no se lo pensó dos veces, había encontrado la foto de su portada, capaz de desbancar a la de Franco. Josep Verges, que tenía muchas cualidades y un solo defecto, ser un gran tacaño, pagó al muchacho por la foto 25 pesetas, que le entregó en el acto al mismo tiempo que le despedía en la puerta. Francisco Tur, vecino de Sant Andreu, aprendiz de panadero y boy scout, inició así su carrera como fotógrafo.

La foto del monje de Montserrat, con el título “nace de nuevo la esperanza”, desplazó a la foto del Caudillo, que fue publicada diez páginas más adentro. Por si no fuera suficiente Vergés, el editor, justificó con un pequeño texto aquel “cambiazo” al asegurar que “en las tierras arrasadas por las terribles inundaciones, la misa al aire libre, es sin duda, el más eficaz y puro gesto de los hombres”. Aquel monje que le ganó la batalla  a Franco, en plena campaña mediática del régimen, era el pare Plàcid, en la vida civil Jordi Vila-Abadal, hermano de otro monje de Montserrat, el padre Agustí, que a la sazón desempeñaba las tareas de mayordomo o administrador del santuario.

Los censores del régimen no dijeron nada, no tenían otra opción que callarse entre otras razones, porque seguramente eran conscientes de que Dios estaba por encima de Franco y en términos absolutos, era más importante un sacerdote diciendo la santa misa sobre los escombros de la riada, que un gobernante con los ojos humedecidos por el relato de una viuda.

Sin embargo tres semanas más tarde, el 27 de octubre de aquel mismo año, los celadores del régimen encontraron la ocasión para pasarle las cuentas a aquel monje impertinente que había osado desbancar al Caudillo en la portada de Destino. La excusa para lanzar la caballería sobre el monje, fue una carta que el propio padre Plàcid envió al director del semanario y que fue publicada en la página 3, bajo el titulo “Viviendas para los damnificados”.

El padre Plàcid, monje de Montserrat, mandó la carta al semanario Destino para hacer una propuesta formal, de que las viviendas vacías de Les Fonts y Terrassa, habitualmente utilizadas por los barceloneses como segundas residencias, pudieran ser usadas temporalmente por los damnificados que se habían quedado sin casa. En el fondo, entre líneas, el padre Plàcid lo que hacia  era quejarse de la forma en que el régimen venia actuando y utilizando la desgracia de la tragedia para hacerse propaganda sin llegar a resolver muchos de los problemas pendientes, el mas acuciante de los cuales era el alojamiento de los supervivientes.

La propuesta del monje desató las iras de los funcionarios, muy especialmente del Inspector Provincial de falange, Carlos Maria Hernández Palmes, quien redactó un informe contra él y contra Montserrat, en el que vino a acusar a los responsables del Monasterio de no haber habilitado las celdas y la hospedería para los damnificados.

El padre Plàcid- Jordi Vila-Abadal- acaba de quedar fichado, si es que no lo estaba ya para entonces por las autoridades del régimen. Los informes reservados de la policía sobre “actividades en el Monasterio de Montserrat”, que se encuentran en el archivo histórico del Gobierno Civil de Barcelona, desvelan la obsesión de los funcionarios gubernativos con respecto al padre Plàcid y su hermano Agustí. Sería absurdo asegurar que aquellos informes eran una revancha o una venganza del régimen por la anécdota de la foto de la portada de Destino, pero tampoco puede descartarse esta hipótesis; el franquismo era ciego e irracional. Los hermanos Vila-Abadal se convirtieron asi para los funcionarios del franquismo  en los abanderados del “progresismo” y el “catalanismo político” de la comunidad benedictina de Montserrat.

Los informes, de los años 1963 y 1964, insisten en “la perniciosa influencia” de los dos monjes,  a los que acusa de capitanear un grupo de religiosos a los que califica de “disolventes”, entre los que se encuentran además del Abad Aureli Maria Escarré, los padres Porcel, Minobis, entre otros, secundados a su vez por un grupo de seglares de los que resalta a Antoni Travería Fuster. La escalada de descalificaciones con respecto a los padres Placid y Agusti alcanza al paroxismo a partir de las declaraciones del Abad Escarré en Le Monde, en noviembre de 1963, en las que acusó al régimen de incumplir los principios básicos del cristianismo que decía defender.

Según se desprende de la documentación, localizada en los archivos, la policía vigiló y fiscalizó cada uno de los movimientos de los dos monjes, hasta forzar su exilio, junto con otros compañeros y el propio Abad Aureli Maria Escarré. Sólo entonces el régimen suspiró aliviado.

El  informe que redacta la Brigada Regional de Información el 2 de noviembre de 1964, es revelador. El agente tras destacar la homilía “pacificadora” del abad coadjutor Gabriel Maria Braso, pronunciada con ocasión de la festividad de Todos los Santos, recalca que  “desde la ausencia forzosa del Monasterio, del grupo “disolvente”… ha remitido extraordinariamente la agitada atmosfera que se respiraba en el convento. Vuelve a reinar la paz entre la Comunidad y ha vuelto a restablecerse la disciplina que el grupo antes citado había relajado con sus constantes infracciones a las Reglas de San Benito”.




1 comentario:

  1. Todavía guardo un ejemplar de esta revista. Fueron unas trágicas jornadas que viví intensamente a pesar de mi juventud y residencia en Sant Boi de Llobregat, y que jamás he podido apartar de mi recuerdo.

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