Este blog nace a partir del libro La riuada de Franco con la intención de divulgar nuevos datos sobre las inundaciones del Vallés de 1962. Coincidiendo con el 50 aniversario de aquella catástrofe colectiva, el libro, escrito por Ferran Sales i Aige y Lluís Sales i Favà, destapa las pugnas políticas, la propaganda y la corrupción que desataron aquellas riadas.


11 nov 2012

Los damnificados “olvidados” del Baix Llobregat


Las riuadas del Baix Llobregat del 4 y 7 de noviembre de 1962 –aquí se denominan  “aigüats”- fueron silenciosas y pasaron prácticamente desapercibidas para la opinión pública como consecuencia de la férrea censura impuesta por el régimen franquista, que trató de minimizar los daños para no volver a alarmar a la opinión pública.

Sin embargo, las estrictas consignas de los gobernadores civiles de la época, ni el saliente Matías Vega Guerra (Las Palmas 1905 - 1989), ni del entrante Antonio Ibáñez Freire (Álava 1913 - Madrid 2003) consiguieron borrar la memoria, ni destruir todos los documentos que certifican que numerosos vecinos de El Prat, Gavà, Cornellà y otras poblaciones vecinas se vieron afectados por las inundaciones, perdieron sus casas y se encontraron desnudos en la calle.

Los vecinos más afectados, y quizás también los más olvidados, fueron los que vivían en cuevas horadadas en las paredes de las rieras del Turó de Calamot en Gavà, muy cerca de donde se encuentran hoy un inmenso parque municipal inaugurado hará pronto 15 años. Se trataba, en su mayoría, de emigrantes venidos de Andalucía, especialmente de los pueblos de Granada, que trabajaban como jornaleros en las faenas agrícolas y que por razones económicas, especialmente por la falta de vivienda asequible en Gavà, se habían visto obligados a vivir en agujeros excavados en la tierra.

Los sucesos del 7 de noviembre en Gavà quedaron reducidos en la prensa local a una gacetilla de poco menos de 13 líneas y a una reflexión medio traspapelada en la editorial de un periódico local, que bajo el título de “Identificación”, no dudó en colocar en igualdad de condiciones el triunfo de una gavanensa que había sido designada Pubilla de Catalunya y la de decenas de familias que se quedaron sin vivienda a causa de las lluvias. La aparente invisibilidad de aquellos damnificados no fue una excepción, lo mismo sucedió en El Prat, donde según las estadísticas oficiales quedaron destruidas 27 barracas, a pesar de lo cual se impuso con la misma fuerza el silencio.

La tragedia de las familias del Gavà y de El Prat acabaron, sin embargo, aflorando y saliendo a la luz pública, invadiendo incluso los despachos oficiales, cuando días más tarde las organizaciones religiosas y las instituciones asistenciales oficiales descubrieron a los damnificados hacinados en enormes caserones abandonados.  Comprobaron así, con sus propios ojos, la situación de incuria y dejadez con que se encontraban aquellos olvidados. 


La antigua vaquería La Ricarda
 de El Prat hoy reconstruida
El problema dañaba tanto a la vista, que amenazaba con enviar al traste la campaña de imagen impulsada por el régimen que había establecido que en Gavà y en El Prat “no había pasado nada”. Los damnificados alojados en el viejo cuartel de Can Pere Bori, en Gavà, y en la vaquería de la granja La Ricarda, de El Prat, dejaron de ser invisibles para las autoridades para convertirse en un problema que debía solucionarse con discreción y silencio antes de que en verano regresara el Caudillo a Barcelona.

Muchos de los damnificados de La Ricarda y Can Pere Bori fueron alojados en viviendas provisionales para años más tarde -diez en el caso de Gavà- darles en alquiler una vivienda oficial. Pero otros muchos quedaron desamparados y a falta de solución asistencial, se les dio una solución policial; se les obligó a volver a sus pueblos de origen a pesar de que llevaban muchos años viviendo en el Baix Llobregat y sus hijos habían nacido y crecido allí. Esta solución policial, de la que quedan rastros claros en los archivos oficiales, constituyen uno de los epílogos más dolorosos y escandalosos del libro La Riuada de Franco.

El paso del tiempo y la historia logró incluso maquillar la antigua vaquería de la Granja  La Ricarda y el viejo cuartel de Can Pere Bori en Gavà. Así, la vaquería de la Ricarda, trasladada y reconstruida piedra a piedra aspira a convertirse en el Centro de Interpretación del Delta del Llobregat, mientras que Can Pere Bori es hoy uno de las escuelas municipales más importantes de Gavà.
Las cuevas de la riera del turó de
Calamot, un monumento a los
damnificados de la riuada de Gavà

Sin embargo, la operación de maquillaje llevada a término por diversas administraciones se olvidó de retocar el escenario original. Si usted cruza el Parque de Calamot de Gavà, se adentra a pie por el bosque, dejando atrás la calle del 8 de Septiembre, camina por los túneles que hay debajo de la carretera, se introduce por un cañaveral que encontrará a la derecha y remonta el cauce de la riera, se encontrará de bruces con las mismas cuevas de las que fueron desalojados los inmigrantes por culpa de las riadas de noviembre del 62.

Las cuevas no sólo están ahí, sinó que además hasta hace pocas semanas estaban habitadas. Lo atestiguan decenas de enseres personales esparcidos entre la maleza. Es como si a los últimos residentes se les hubiera desalojado por la fuerza. Si quieren comprobarlo simplemente tienen que caminar por el barro. Luego no olviden limpiarse los zapatos. 

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